Tercera parte de las enseñanzas de Pep Guardiola. En este caso podemos leer las ideas que éste tiene sobre cómo vivir la presión, y de la responsabilidad del líder en trabajar para que los jugadores se sientan importantes.
“AL FINAL TODO SE REDUCE A SENTIRSE ESTIMADO”
Sobre la exigencia La presión y como vivirla. Ante la victoria no es que te acomodes, en todo caso te confunde. Pero acomodarte en un entorno tan exigente como el nuestro es muy difícil. Yo he vivido la derrota y como puede llegar a ser de dura. Yo digo siempre que tenemos un chip en alguna parte del cerebro, antes del partido, en un campo donde ya has ganado, y dices: Qué bien, qué bien…” Pero se va acercando el día del partido y el mismo chip se va activando y te dice: ”Ves con cuidado, trabaja, hazlo bien, gana, gana, que si no…” Y eso te pone en alerta. Imagínate que noventa mil espectadores te silban y al día siguiente haya diez columnas en la prensa en que te critican. Y después, al cabo de dos días, vuelves a ponerte delante de estas noventa mil personas… La mayoría de la gente, le juzga su cabeza. A nosotros, no. Imagínate que lees el diario y que te ves… (silba). Crear cansa Lo más talentoso es lo más fatigado. Crear cuesta mucho y cansa mucho. Lo que hacen de manera natural, jugadores considerados los mejores del mundo, cansa mucho. Han de crear y siempre habrá expectativas que en cada partido hagan tres goles. Eso cansa una barbaridad. Crear cansa. Siempre hay uno del que se espera más y su repercusión mediática es mucho más grande. Y todo eso también cansa. Un experimento para detectar el talento Si cerrase los ojos y diese a cada jugador una libreta y les pidiese que hiciesen la alineación o escogiesen los once mejores, o los otros diez con los que les gustaría jugar, cada uno seguramente acertaría, más o menos. Se pondrían todos, evidentemente, pero con los otros diez no creo que hubiese demasiados errores. Por eso digo que cuando he de fichar a alguno, si me llegan comentarios de los compañeros que se han de entrenar con él y me dicen “este es bueno o éste no es tan bueno, o este es buena persona”, acostumbro a tenerlo en cuenta. Estos son los parámetros en que uno se ha de fijar. Sentirse querido El jugador se va y se va a casa. Yo acabo, como un poco de jamón en el vestuario o bebo una copa de vino. OK, perfecto, hoy hemos ganado. Pero después viene un jugador que te dice: “No veas como de enfadado está quien no ha jugado, el que no has sacado, el que has hecho que calentase…” Y tú te llevas a casa el enfado de este jugador. Y dices: “Haber que hago para volver a ganármelo mañana.” Y no le puedo decir: “Tranquilo, ya jugarás mañana.” No, porque somos adultos, y si le digo: “No has jugado por este motivo”, él lo que entiende es: “Tu quieres aquel y no me quieres a mí.” Porque al final todo se reduce a sentirse querido. Se trata de hacer un trabajo que te guste y sentirte querido. En básquet, el entrenador les hace jugar a todos en un partido. Yo, en una plantilla de diecinueve o veinte jugadores, dejo diez sin jugar. Y ellos entienden que yo no los quiero, continuamente. Es un drama. Por eso se acostumbra a entrenar en periodos de cinco años, porque ni ellos me aguantarán ni yo les aguantaré a ellos.